Las lentas constelaciones seguían girando su rueda …
Amanecería y luego saldría el sol al cabo de un poco y sentiría hambre. Pero eso sería mañana y ahora sólo sentía frío, y el caminar se lo curaría. Su respiro era ahora más tranquilo y decidió levantarse y echar adelante, y entonces encontró que había dormido, porque supo que era casi el amanecer, y la noche casi había pasado.
Ahora estaban por todas partes entre los oscuros árboles debajo de élo, constantes, inflexionando sin cesar, de modo que, cuando el momento de dejar paso a los pájaros diurnos se acercaba cada vez más, ya no había intervalo ninguno entre ellos. Se levantó. Estaba un poco rígido, pero el caminar curaría eso, al igual que el frío, y pronto habría sol. Bajó la colina, hacia los oscuros bosques dentro de los cuales llamaban incesantemente las voces de plata líquida de los pájaros, el rápido y apremiante latido del apremiante corazón en coro de la noche de fines de primavera. No miró atrás.